Las encantadoras calles coloniales de Trujillo parecen no haber cambiado nada desde hace siglos, aunque en la actualidad hay un montón de taxis pegando bocinazos la ciudad conserva la solera de sus elegantes edificios y muchas iglesias. Fue fundada en 1534 por Pizarro. Es una ciudad tranquila de gentes amables y hospitalarias.
Habíamos quedado con Sabina (una couch) que nos iba a alojar en su casa, pero después de toda la mañana esperándola y no tener noticias suyas decidimos partir hacia Huanchaco; un pueblito de pescadores muy tranquilo donde en sus aguas se podía practicar surf y enfriar cervezas.
Estábamos sentados en la plaza haciendo pulseras y se acercó Carla, una local que nos ofreció una conversación muy agradable y nos invito a visitar el hostel donde trabajaba su marido como profesor de surf y allí fuimos.
Fueron cuatro días disfrutando de la tranquilidad y el sol de Huanchaco y de la compañía de la joven familia que regentaba el hostel.
Volvimos a Trujillo y en esta ocasión pudimos contactar con Sabina. Nos quedamos una noche en casa de su hermana y su sobrino. Nos cuidaron muy bien. Esa noche Luis visitó el baño más veces de las que hubiese querido.
Al día siguiente partimos hacia la frontera con Ecuador.
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