Cuenca

Ya nos habían comentado que lleváramos cuidado en la frontera Perú-Ecuador, pero pudimos comprobar que es realmente peligrosa y lo mejor es cruzarla en un bus directo, aunque aun así el bus tiene que parar para que se realicen los trámites.

Nosotros fuimos por libre y pasamos un poco de cague:

Primero un taxi nos llevó a la Jefatura de Inmigración, ahí se subió otro tipo que nos iba a acompañar para cruzar la frontera y a él también le tuvimos que pagar sin haber pedido sus servicios. Sentimos que ellos viven de eso y que no se conformarían con una pequeña propina. Lo dejaban muy claro hablando de las cosas malas que le pasan a algunos turistas cuando no pagan bien.


Una vez en el bus camino de Cuenca nos pudimos relajar y empezamos a alucinar con el frondoso paisaje ecuatoriano. La música, la gente, el clima, la moneda y el paisaje habían cambiado. Distintos tipos de aves exóticas se podían observar junto a la extraña vegetación, los helechos altísimos y los árboles cubiertos de musgo.

Cuenca no tiene rival en Ecuador. Sus estrechas calles adoquinadas, sus edificios revestidos de azulejos rojos, sus bonitas plazas y sus iglesas abovedadas le añaden atractivo. Al en canto se suman tambien las herbosas riberas del rio Tomebamba, sobre las que se asienta la urbe y donde las mujeres todavia hacen la colada al sol.








En Cuenca pasamos tres días aclimatándonos y paseando. Es ciudad muy bonita, atravesada por un río con mucha vegetación. Uno de los días hicimos una excursión a Ingapirca. Este yacimiento inca (3.230 m.) es el más importante de Ecuador. Por desgracia, estas ruinas son muy conocidas y durante siglos han carecido de protección, por lo que muchas piedras labradas fueron robadas para utilizarlas en construcciones coloniales y modernas.







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