“Yo soy el rico Potosí, el tesoro del mundo y la envidia de los reyes”
A 4.070m se encuentra el Cerro Rico repleto de plata y otros muchos minerales, junto a la cuarta ciudad más alta del planeta. Potosí, en quechua, significa explosión. Esta ciudad continúa nutriéndose de las minas desde la época de los conquistadores en 1544. Los mineros empiezan a trabajar a los 12 años y la mayoría de ellos mueren por accidentes o por la neumonía silicosis antes de los 35 años.
Nos despedimos de nuestros nuevos amigos japoneses en Uyuni y compramos los billetes para Potosí. Luis está malito, el mal de alturas le ha alcanzado. Compramos algo de comida y nos subimos al bus. Nada más salir Luis cae dormido. Uno de los conductores esta borracho y un pasajero se enfrenta con él.
Nada más llegar una cholita (mujer boliviana soltera) nos ofrece hospedaje a 30 bolivianos (3€) y nos paga el taxi hasta allí. No nos lo pensamos y aceptamos, Potosí nos recibe con lluvia. Ahí nos unimos a un grupo que nos acompañará durante los próximos días. (Ruth, una menorquina; Pilar, catalana; Ann y Tony, franceses y Rose, holandesa).
Al día siguiente salimos a conocer la ciudad y a buscar la famosa guía en español; creo que se está convirtiendo en una obsesión para Luis.
Bolivia, asombrosa Bolivia; sus gentes, el bullicio, el aspecto de los comercios, los puestos por la calle…. impactan en nuestras retinas, Escarlata está emocionada.
Nos sentamos en la Plaza de Armas a observar a la gente detrás de un cigarro y de repente aparecen Tony y Ann. Nos unimos y nos vamos de compras al barrio artesanal. Necesitamos algo de abrigo y después de regatear durante un buen rato, nos compramos un jersey de Alpaca (especie de camélido, parecido a la Llama) cada uno
Comemos juntos en el mercado, un lugar pequeño, pobre y sucio, pero la comida esta deliciosa, pollo con espaguetis y patatas con ají (todo mezclado claro). La gente es muy amable. Como buenos europeos, después de comer buscamos un café, lo encontramos….lo encontramos horrible.
Después de cenar excesiva carne, nuestros gases empiezan a tomar un carácter inmundo que a partir de este momento recibirán el nombre de “peos bolivianos”.
Amanece soleado, tenemos una excursión programada al “Ojo del Inca”; un pequeño lago dentro del cráter de un volcán de 100m de diámetro que forma un círculo perfecto. Dicen que sus aguas y el fango tienen propiedades medicinales y alcanzan en el centro una temperatura de 35ºC. Como no nos embarramos y disfrutamos como Incas con la compañía de Antonio, un minero reconvertido en guía turístico.
Regresamos a Potosí con la intención de agarrar un taxi que nos lleve por 40 bolivianos a Sucre. De camino nos atiborramos a chucherías varias hasta que por fin el taxista nos para en una pequeña población poco turística, en la que bajo las miradas de los aldeanos, compramos y devoramos unas deliciosas hamburguesas con huevo y patatas (si, todo junto dentro del pan).
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